La calle Ibiza todavía es como la de un pueblo, las espigas llegan casi hasta nuestra casa. Los vecinos se asoman a las ventanas, y desde la suya el poeta Adriano del Valle, que vive enfrente, llama a Leopoldo a grandes voces. Tenemos hasta nuestros dos pobres oficiales, que dan a la calle todavía más carácter de pueblo. Uno se llama Perico, lleva un abrigo viejo que le arrastra hasta los pies y una colilla mustia en los labios: el otro es un chico que parece subnormal y que en las sobremesas invariablemente pide a grandes gritos "pan e comida". Desde las ventanas los vecinos dialogan con ellos, les tiran monedas y algún pitillo que ellos recogen con avidez.
Felicidad Blanc (Espejo de sombras)
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