Fue entonces cuando surgieron aquellos
estudios con sus cortinones y sus palmeras, sus tapices y sus caballetes, a medio camino entre
la ejecución y la representación, entre la cámara de tortura y el salón del trono, de los cuales
aporta un testimonio conmovedor una foto temprana de Kafka. En una especie de paisaje de
jardín invernal está en ella un muchacho de aproximadamente seis años de edad embutido en
un traje infantil, diríamos que humillante, sobrecargado de pasamanerías. Colas de palmeras
se alzan pasmadas en el fondo. Y como si se tratase de hacer aún más sofocantes, más
bochornosos esos trópicos almohadonados, lleva el modelo en la mano izquierda un
sombrero sobremanera grande, con ala ancha, tal el de los españoles. Desde luego que Kafka
desaparecería en semejante escenificación, si sus ojos inconmensurablemente tristes no
dominasen ese paisaje que de antemano les ha sido determinado.
Walter Benjamin
Pequeña historia de la fotografía
Traductor: Jesús Aguirre
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